domingo, 29 de agosto de 2010

Adulto contemporaneo.

Este era un adulto contemporáneo de mas o menos unos cuarenta y dos años, con dos hijos, leve tomador social pero endiablado fanático del balompié azteca. Cada fin de semana fuera sábado, domingo y de cuando en cuando hasta un día entre semana, se regocijaba las contadas veces que su equipo ganaba, y se retorcía regularmente de rabia, para acto seguido arrojar con una súbita fuerza foránea el televisor por la ventana o al piso múltiples veces, hasta dejarlo en condiciones lamentables de la sala, el cuarto matrimonial o cualquier bar en el cual se encontraba ocasionalmente, dadas las obvias razones. Entonces al final de la última temporada había dejado en condiciones irreparables veinte y siete televisores, lo cual hacía que la suma total de televisores dañados a lo largo se su vida como fanático del soccer oscilara entre los 1680. Un día su esposa Cecilia preocupada por el evidente e irreprochable problema de su esposo, que al unísono hacía que los problemas económicos de la familia ascendieran violentamente, consiguió el teléfono de cierto terapeuta que había ayudado a un primo lejano, ese primo que siempre existe pero no nos interesa hasta que las circunstancias se presentan de este modo.
Y entonces el fue a verlo un día preocupado por el inicio de temporada, y casualmente el inicio de los juegos olímpicos. Sentado en la sala de espera, la secretaría que lo recibió decidió buscar inmediatamente el canal que transmitía los juegos olímpicos de invierno, al leer el motivo de la visita del paciente que trémulo contemplaba el televisor sentado justamente en frente de ella. Justo entonces en aquella pantalla corría un especial acerca de los 34 diferentes juegos que se llevaban a cabo cada 4 años en invierno, aquel observaba ensimismado y exactamente cuando la secretaría se disponía a dirigirle una invitación verbal para ocupar su lugar predilecto delante del escritorio del especialista, la silla que este ocupaba estaba vacía y el como si hubiera de tener algún menester que arreglar antes de cierta hora, se fue inexorablemente.
Y desde entonces fue un adulto contemporáneo que ya no sintonizaba jamas algún canal que transmitiera fútbol, su margen de destrucción de aparatos se redujo considerablemente a unos quince o veinte cada cuatro años, y sony tuvo un pequeño desliz desde entonces en sus ventas, que fue algo así como un pequeño estornudo, que olvidamos después de dos segundos, al recuperar nuestra acostumbrada y desinteresada respiración.

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